La falsa ilusión

Vivimos en falsas ilusiones. Nos metemos debajo de mantas, como si eso nos protegiese. Creamos casas con puertas, como si eso nos consiguiera separar. Miramos a otro lado, como si eso no nos hiciera cómplices.

Y sin embargo, en medio de toda esta paranoia, se puede sacar oro. Porque a veces es necesario creer en cosas imposibles. En ese escudo que te protege, para poder dormir. En esa puerta que separa, para poder ordenar tu mente y tus acciones, para poder crear algo bello. Porque esa puerta no separa nada más que un estado y orden mental. «Aquí se hace esto, entonces focalizo mi acción». Y mirar a otro lado, ¿para qué? Si la falsa ilusión de que no lo sabes no te va a evitar que alguna vez necesites que alguien no te gire la cabeza.

Sea como sea, hace falta fe en lo poco probable para conseguir que suceda. Para cambiar la realidad cambiando la nuestra. Y es que se puede vivir en mundos paralelos, siempre sabiendo que son una herramienta, dándoles su lugar, para traerlos a este plano que a veces no nos parece suficiente. Para darnos ese espacio para tener la paz necesaria para crear los gigantes. Por eso engañamos a los niños con la magia y sus fechas relacionadas. Quizás porque lo que necesitamos de verdad es que estos pequeños nos den su oro en forma de ilusión. Para ser espejo de lo que añoramos y abandonamos porque nos dijeron que es lo mejor. Para no sufrir… Esa que muchos pierden cuando se creen sabedores de todas las reglas. De esos adultos que se llaman así mismo adultos y llevan el no por delante. «Porque es poco probable». Porque han dejado de creer en el poder de la manta que les protege. Han dejado de creer en su poder… Porque ¿qué hay mejor que saber las reglas para jugar con ellas? Pero no queremos ser tramposos, debemos ser «correctos». Mientras tanto, otros se rompen el coco para andar lo no logrado. Porque no tienen más preguntas para ellos. Dejaron el ego a un lado para sólo preguntarse el cómo. Algún niño o niña vuela en su mente inmerso en su cuerpo maduro. Y estos últimos nos acabam haciendo mejores y nos facilitan la vida. Incluso a aquellos que dicen «no».

Así pasa cuando lo que haces te enamora. Que ni si quiera te planteas si tu espada láser es en realidad una escoba. Tu falsa ilusión te hace vibrar. Y tu amor por el juego se traduce en una fe ciega. Da igual que sepas que es todo mentira. En eso está la gracia, en ser magos de los de verdad. Para crear un lugar donde tú pones las normas y nadie muere al final. Donde todos ganan. Porque no hay nada mejor para la sociedad que gente que se quiere, encuentra su sentido, y es feliz aportando su luz traducida en don (descubierto y desarrollado).

Por eso, en una sociedad que te dice que te ames pero sólo para vender, que te dice que ames pero sólo en navidad y el día de los enamorados, sigue siendo necesario seguir creyendo en las mantas protectoras. Hacen falta más -inteligentes y conscientes- falsas ilusiones. Porque sólo este tipo de locura nos puede salvar de la mayor de las locuras: un mundo donde se enseña a sumar antes que a amar y amarse. Y mucho menos a amar tu don y encontrar su hueco en aquella gente que lo necesite y te vaya a hacer vivir de ello. Vivir de lo que eres. En definitiva; vivir para lo que has venido a vivir.

Por Román Reyes