Yacían dormidos estando despiertos. Muertos en vida, andantes pero muertos. Y así, cerrando los ojos, se confundían con aquellos que lo hacían para multiplicar la experiencia del segundo, para que nada les despistara del centro. Vacío de ruido, silencio en mente, pleno en experiencia, música para el cuerpo… dentro del más absoluto silencio… en la ciudad del ruido. Y así, con los ojos cerrados, vivían más atentos que todos esos muertos que miran sin mirar.