Los saltos olímpicos del «lo siento»
Creo que un fallo grande es pensar que pedir perdón es dejarse de lado. En el otro lado, cabe incluso perdonar y dejar de lado por un tiempo a esa persona si no lo entiende. Pero entender que lo ha de entender por ella misma y que el odio no corrige nada y mucho menos calma nuestra herida. Más bien la estira y aviva.
Perdonar es un poder que sólo algunos consiguen efectúar sin que salte su ego a gritarles: ¿pero qué haces? Así que si pasaste la barrera siéntete poderoso/a.
Hay casos -sin duda- que se antojan tremendamente difíciles pero el resultado de quedarse en el odio es únicamente dañino para nosotros mismos. No repara nada. Y hay que entender que el reflejo más cercano del daño es el grito de querer ser reparado y lo más inmediato y animal es devolver con la misma moneda. Así el daño se hace infinito y cíclico. Para salir de esta rueda de ratón sólo queda rendirse ante lo que ya sabemos, investigar qué puede sanar ese hueco y aprender de ello para actuar en futuros desde una mayor sabiduría personal. Puede que sea un salto olímpico el que tengamos que dar, pero no hay secreto más que el del entrenamiento.
Dentro de este tema hay muchas peculiaridades y quiero destacar que hablamos del «lo siento» que nace de verdad y del «perdón» que realmente pasa página. Esos son los gigantes que convertimos entre luchas con nosotros mismos y los demás.
Está claro que hay que evitar tener que pedir perdón -por ejemplo si se trata de actos instintivos que pueden ser controlados desde un mayor razocinio-, no obstante, una vez realizado el hecho sólo queda darle la vuelta a la perspectiva y llevarlo a un lado positivo. Empatizar es un acto más nuestro y egoísta de lo que parece porque los primeros beneficiados somos nosotros aunque luego vengan los demás: dejamos de auto infligirnos un daño. Por lo tanto es una estrategia conscientemente más útil, inteligente y positiva.
Es algo así como que queremos estar en otra liga donde no nos regimos por el clásico -y pasado de moda- amigos/enemigos. Estar por encima de todo esto, jugar en esa otra liga, garantiza una seguridad y una paz interior que no vislumbra fronteras y que tiende la mano a la realización y trae de viaje a la tierra los sueños que rondan por nuestras ideas.